Presentación en SGAE Madrid NUEVO LIBRO DE JOSÉ LUIS TEMES

Presentación en SGAE Madrid                           NUEVO LIBRO DE JOSÉ LUIS TEMES
DESDE EL 2 DE JUNIO, NUEVO LIBRO DE JOSÉ LUIS TEMES

Presentacion

José Luis Temes, uno de los directores de orquesta actuales más vinculados a la música española, tanto histórica como contemporánea –con 106 discos grabados y casi 350 estrenos dirigidos-, nos invita en este libro a un paseo desenfadado por los últimos cuarenta años de esa música española que tanto ama.
Y lo hace por medio de recuerdos muy personales y subjetivos, vividos y narrados -casi siempre- con una sonrisa. El título, Quisiera ser tan alto… hace referencia (¡entre otras cosas!) a su visión no desde la altura del director idolatrado, de currículum deslumbrante; sino desde el profesional amigo de casi todos los protagonistas de estas cuatro décadas de música y corredor de fondo de más un millar de conciertos dirigidos.

Quisiera ser tan alto… es un libro atípico, aparentemente desordenado; una yuxtaposición de algo más de cien miradas sobre nuestro inmediato pasado musical. Una manera encantadora de amar la profesión de músico, cuando se ha vivido «desde dentro» y sin demasiada vanidad.


miércoles, 1 de julio de 2015

¿Otra forma de Musicología?

La Joven Asociación de Musicología de Madrid (JAM), Ediciones Línea y
la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE)
tiene el placer de invitarle al coloquio entre

JOSÉ LUIS GARCÍA DEL BUSTO, musicólogo, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, crítico musical y programador de RNE
MARÍA NAGORE, musicólogola, pianista, escritora, profesora universitario y Vicerectora de la Iniversidad Complutense de Madrid
JOSÉ LUIS TEMES, director de orquesta -con unas 350 obras estrenadas y más de 100 discos- recuperador del sinfonismo español de los últimos siglos, escritor de temas musicológicos, didácticos y amorosos
GARAZI ETXEANDIA, violinista y musicóloga
MIGUEL ANGEL MARÍN, musicólogo, profesor universitario y director del Programa Musical de la Fundación Juan March

Martes, 7 de julio de 2015 -  19:00 horas
Sala Manuel de Falla (SGAE)   c/ Fernando VI, 4 – Madrid

Te invitamos a un paseo por el libro, con el siguiente tráiler

Mis amables mañanas con don Evaristo

(…) Mi antedicho primer encuentro con Evaristo Fernández Blanco y el posterior concierto, ambos en el otoño de 1985, fueron punto de partida para una amistad que, sin llegar a ser íntima ‒era hombre muy reservado‒ pervivió hasta su muerte, ocho años después. En las varias veces que nos encontramos luego, repetimos siempre el mismo esquema: yo le telefoneaba el día anterior y pasaba a recogerle por su casa; tras lo cual dábamos un largo paseo por los jardines en torno a su barrio (Moratalaz, algo distante del centro de Madrid, como dije).

Pronto me di cuenta de que en estas charlas estábamos jugando ambos al ratón y al gato: pues, aunque no lo reconociera, él quería ponerse al tanto, a través de mí, de la música española reciente, de la que había vivido desconectado. (…)

Y yo quería obtener de primera mano evocaciones de figuras a las que no conocía sino por los libros, y a los que don Evaristo había tratado cotidianamente. Fue, por ejemplo, la única vez que he podido hablar con alguien que llegó conocer personalmente a Tomás Bretón (de hecho, estudió la carrera de composición con el autor de La verbena de la Paloma); o que mantuvo amistad con Arbós y, más aun, con Conrado del Campo. Por cierto, que en honor a la verdad diré que es la única persona a la que he oído desacreditar al maestro Arbós ‒siempre idolatrado artística y humanamente‒, a quien consideraba un petulante y un abusador de su posición de privilegio en la oficialidad musical española. Me dijo, por ejemplo, (…)

Los baños de Argel, de Nieva / Marco

El espectáculo lírico-teatral que he repetido más veces en estos cuarenta años ha sido Los baños de Argel, de Tomás Marco / Francisco Nieva. Dirigí nada menos que 127 pases, entre 1979 y 1980. Y al menos la mitad de ellos con el cartel de «Agotadas las localidades». Una obra lírica inolvidable; cultísima y accesible a todos los públicos al mismo tiempo. Lo que demuestra una vez más que un espectáculo con música contemporánea, si es bello y está adecuadamente «mimado» en su producción, bien puede batir records de admiración y audiencia. (…)

La «autocrítica pragmática» de Domingo

Terminados los trabajos, con sesiones repartidas a lo largo de tres meses, nos dispusimos [Plácido Domingo y yo] a repasar todo lo ya hecho, antes de dar el visto bueno final. De modo que nos sentamos los dos en el sofá del control, con la partitura y un atril de por medio, mientras el técnico, en la mesa de mezclas, nos iba pasando las sucesivas grabaciones (hablo todavía de grandes bobinas de cinta física, aunque ya en digital). El tenor se caló sus gafas pequeñas de cerca, con su cordoncito rojo.

Escuchábamos en silencio y lápiz en mano. Al término de cada intervención, Plácido me consultaba con la mirada en signo aprobatorio antes de pasar a la siguiente. Pero no llevábamos mucho oído cuando puso un gesto de disgusto y (…)

El pinar perdido

(…) Como dije, Luis de los Cobos regresó varias veces a España, para asistir a estos nuevos estrenos que dirigí en los años siguientes. (…)

En una de estas venidas ocurrió algo muy importante: el maestro, de 83 años ya, daba vueltas en la cabeza a su voluntad de saldar una deuda consigo mismo, aplazada desde siete décadas atrás. Y así, después de una comida con varios colegas y periodistas, nos confió en un aparte a unos cuantos amigos que no quería morirse sin volver a recorrer, en soledad, el lugar en el que fue asesinado su padre a sangre fría, en las primeras horas de la guerra, en julio de 1936. Se refería a los aledaños de la finca familiar de «El Pinar», donde él jugaba aquella tarde, ajeno a la tragedia en la que España se embarcaba, en el bosque denominado El Pinar de Antequera, al sur de Valladolid, hoy ya unido ya a la ciudad. Le advertimos del coste emocional de ese paseo, pero nos dijo que aun mayor sufrimiento le causaba no haber vuelto a pisar aquel lugar desde entonces. Todos respetamos su deseo de soledad y allá se marchó el maestro, a transitar por los el bosque de su memoria.

Ya a última hora de ese día, Rosa y yo le recogimos en su hotel, para ir a cenar, (…)

La lúcida candidez de Yvonne Loriod

(…) Sigo recordando aquellos días en torno a Yvonne Loriod. También por razones largas de explicar, los ensayos tenían lugar por la noche, entre las 21 y las 24 h. Ello quería decir que tras cada ensayo no recalábamos en el Hotel Meliá Castilla, donde ella se alojaba, hasta cerca de la una de la mañana. (…) No sé bien qué hacía durante el día siguiente hasta la hora del ensayo nocturno, pero creo que debía asistir a misa pronto por la mañana (así lo deduzco de que el primer día preguntó en Recepción por iglesias en la zona) (…).

Como otras noches, llegábamos al Meliá Castilla casi a la una de la mañana. Yvonne me propuso aprovechar para tomar algo y charlar, puesto que con la adrenalina del ensayo no es fácil dormirse hasta unas horas después. Excelente idea. Era junio y la noche madrileña estaba agradable, así que me propuso dar un paseo por los aledaños del hotel y buscar un café abierto donde tomar algo.

Me dio el brazo y –siempre en inglés, excepto algunas expresiones que le salían espontáneamente en francés‒ comenzó la más agradable conversación imaginable. Cuando llevábamos unos minutos, alzó la vista y me sugirió entrar en el local por el que pasábamos, que estaba abierto a esas horas; a su juicio, las luces de colores que iluminaban el exterior indicaban que debía ser un lugar alegre. Conociendo el ambiente del entorno del Meliá Castilla (más en aquellos años, ahora algo menos), intenté disuadirla de que aquel lugar fuera el más indicado para hablar sobre la parte solista de las Tres pequeñas liturgias de la Presencia Divina. En vano. La ilustre pianista tiró de mi brazo y nos dispusimos a entrar, por delante del portero exterior, cuya imagen ya preludiaba lo que iba a suceder.

En contra de lo que yo intuía, el local no era de alterne (al menos, no lo creo), sino punto de reunión de drag queens, (…).

[Con Cristóbal Halffer]

(…) En 1987 dirigí a la Sinfónica de Madrid, en el Teatro Real, el estreno en España de su Tiento y batalla, una obra, como es sabido, que ha alcanzado luego enorme difusión (creo que la que más de su catálogo orquestal, lo que es bueno y malo a la vez, pero ése es otro asunto). Cristóbal estaba presente en el ensayo general, (…)

Nuria Schoenberg

(…) Ahora vinculará el lector estos dos hilos precedentes. La solicitud legal de autorización para una versión con voz masculina para el Pierrot suponía una estupenda ocasión para invitar a Nuria Schoenberg a venir a Madrid, preparar la versión con ella durante unos días y que presidiera el concierto; era además un buen aliciente para los medios de comunicación. Hablamos con Nuria y una vez encontrada una fecha en su agenda (junio de 1998), aceptó entusiasmada. (…)

El trabajo con Nuria Schoenberg fue encantador, si bien recuerdo el contraste entre su amabilidad cuando en las pausas reíamos o tomábamos café todos los miembros del Grupo Círculo y su severidad durante los ensayos: tenía una idea unívoca de lo que su padre quería de sus obras en cada momento y no parecía dispuesta a licencias de ningún tipo. Ante cualquier argumento que le hacíamos en contra de algún detalle que ella proponía, (…)

Federico Sopeña

Parece mentira pero ya son muchos los musicólogos de la nueva generación que no llegaron a conocer personalmente a Federico Sopeña, una figura excepcional en la historia de la música española reciente. Y no sólo como musicógrafo e historiador, sino como intelectual, escritor, sacerdote, sociólogo… y lúcido ensayista sobre el arte, el alma humana y las maneras de sentir el amor y la belleza. Le admiré con todas mis fuerzas, fue todo un norte en mi juventud (su recuerdo lo sigue siendo) y lo sitúo, sin la menor duda, entre las personas que más han influido. Había nacido en Valladolid en 1917, así que era exactamente de la misma edad que mi padre.

(…) Hablaba con toda naturalidad de su amistad muy especial con la cantante Lola Rodríguez de Aragón y era consciente de las habladurías que tal relación levantaba. Su visión del amor, la pareja, la sexualidad y la lealtad, en unos años tan poco propicios a todo ello ‒y menos aún desde el Humanismo Cristiano‒ me influyeron muchísimo. (…)

Recomiendo a todo lector su delicioso libro a modo de memorias (aunque no es exactamente tal), titulado Escrito de noche (1985). No con vanidad, pero con el mayor orgullo, recuerdo mi emoción de muchos años después, cuando, tras haberlo devorado con pasión de admirador y lealtad de alumno, literalmente en la última página me cita nominalmente como uno de sus gratificantes recuerdos de sus años de magisterio. (…) Me queda el consuelo de haber promovido ‒y ofrecido con mis palabras, a los postres– el homenaje que le tributamos en el restaurante Lhardy cuando (…).

En La Scala de Milán (o Los conciertos para las mamás)

Sin duda alguna, el concierto más «sonado» de la historia del Grupo Círculo fue aquel que en 1994 ofrecimos en el mítico Teatro de La Scala de Milán, dedicado a la música contemporánea española. Por cierto, reviso ahora el programa de tan señalada ocasión y veo que no tuvimos la cortesía de incluír ninguna obra de autor italiano, en detalle hacia los anfitriones. Mal hecho. Siento darme cuenta dos décadas después, (…)

No tengo un hermano, tengo un paso de Semana Santa

Hablar de Francisco Nieva en un libro de música nos remite inmediatamente a otro personaje poco o nada conocido por el mundo musical español: pues son pocos los que saben que un compositor de éxito, residente en Puerto Rico y llamado Ignacio Morales –hay alguna grabación muy estimable de su música en el mercado discográfico‒ es en realidad el hermano de Paco Nieva (cuyo nombre exacto es Francisco Morales Nieva). (…).

A lo singular y poliédrico del ilustre dramaturgo, en el caso de su hermano hay que añadir otros tres rasgos aun más singulares: primero, su condición de alta dignidad del clero de la Iglesia Ortodoxa, por lo que vestía cotidianamente el hábito de Archimandrita (dignidad que, según me dijo, correspondería en el entorno católico a algo así como un Obispo); la aparatosa toca sobre su cabeza y una Cruz Pectoral de plata, de gran tamaño, completaban una imagen para mí inesperada. Segundo, su enorme corpulencia (a diferencia de Paco, de complexión muy delgada). Y tercero, el que por su débil salud, se desplazaba habitualmente en silla de ruedas.

No es difícil imaginar tras este preámbulo, que cuando su hermano Paco me lo presentó, lo hiciera con uno de sus cáusticos comentarios, plenos de ingenio: «—Ya ves, José Luis, que yo no tengo un hermano…, lo que tengo es un paso de Semana Santa».

La ocasión de encontrarnos los tres se había presentado cuando en 2002 Francisco Nieva abordó la puesta en escena de Manuscrito encontrado en Zaragoza, su críptico texto teatral (…).

El mayor ridículo de mi vida

Me dispongo ahora a dejar por escrito los diez segundos en los que tengo la seguridad de haber hecho el ridículo más espantoso de mi vida profesional (y me habrás de perdonar, amable lector, que los equivalentes en mi vida privada queden, al menos hoy por hoy, en el tintero): (…)

De tal modo, yo me apostaba desde el intermedio tras un decorado en el fondo del escenario, junto al mandolinista (por cierto, de imagen pintiparada para su cometido: altísimo, delgado, rubio, altivo y coqueto; no me dirigió una sola palabra ni en los ensayos ni en las funciones), desde donde prestaba el ritmo de barcarola a tan célebre aria. Terminaba nuestra intervención, el mandolinista se marchaba por la derecha (a su casa, imagino, porque tiene sólo tres minutos de música en toda la ópera); pero yo, (…)

Somos unos ignorantes (¡afortunadamente!)

(…) Eran tiempos de adolescencia, cuando soñaba con ser músico. Quise dedicar mi vida profesional a la música, vivir cotidianamente con ella. Cuarenta años después de dirigir mi primer concierto remunerado, veo que hemos sido buenos compañeros de viaje. No he llegado tan alto como en una mente juvenil cabía esperar –ya lo digo en el propio título de este libro‒ pero… ¿y qué? Las inmensas satisfaciones que me ha proporcionado la música han vencido por goleada. El haber mantenido la profesión musical día a día durante cuatro décadas, el haber sido testigo de muchas horas felices de la musica española, y el haber podido ser en algunas de ellas –permítaseme la satisfacción inmodesta‒ un poco protagonista, me hacen conservar la ilusión del primer día. Pero por encima de todo, mantengo hoy en mayor grado que nunca la capacidad de admirar a mis colegas de los más diversos géneros (…).

José Luis Temes

Abril de 2015